jueves, 14 de diciembre de 2006

César Vallejo: un mensaje de vida

“Hay, hermanos, muchísimo que hacer…”



Es el mensaje que dejó nuestro célebre poeta César Vallejo, para que los hombres, y particularmente los peruanos, asuman un compromiso social y un profundo amor genuino con su prójimo, como si fuera aquel su “gemelo corazón”.

Aquel jueves 16 de marzo de 1892, el humilde pueblo de Santiago de Chuco, departamento de La Libertad, quedó grabado en la historia de la literatura peruana, al acoger a uno de los hijos más ilustre del país: el poeta César Abraham Vallejo Mendoza.

Sólo 46 años vivió entre nosotros, porque fallecería en París un 15 de abril de 1938, dejando su espíritu como legado para la humanidad y sus obras como testimonio de su inmortalidad.





Mitos y verdades sobre el Poeta

César Vallejo, a pesar de acoger una concepción materialista (incompatible a las creencias religiosas) y plasmar en sus poemas algunas objeciones sobre las determinaciones divinas, nunca relegó su fe y su amor hacia Dios, incluso logró comprender las inescrutables decisiones del Altísimo.

Se registra que antes de fallecer dijo a su adorada Georgette: “Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios.”

Hay otros datos que respaldan su devoción al Santo Padre. Desesperado por los problemas que atravesaba en París, escribe a su hermano Víctor para encomendarle que el apóstol del distrito rece por él.

Existen personas incrédulas que se resisten a creer que César Vallejo nació en una pequeña aldea. Se extrañan, desmereciendo y desestimando en tal forma a Santiago de Chuco, olvidando que el Perú es albergue de grandes escritores, como Abraham Valdelomar, Ciro Alegría, José María Arguedas, José Santos Chocano, entre otros geniales personajes que enriquecen la literatura peruana.

La esencia del mensaje vallejiano también enaltece la cultura y las costumbres de nuestro país. El literato y catedrático universitario Danilo Sánchez Lihón concluye en su libro Intensidad y altura en César Vallejo lo siguiente: “César Vallejo es esencialmente el Perú”.

Puesto que el vate expresa en sus poemas la infancia que vivió a lado de su amada familia, los recuerdos de su querido Santiago de Chuco y de su tierra peruana: “Sierra de mi Perú, Perú del mundo… Y Perú al pie del orbe; yo me adhiero”.

Es este el sentir del poeta sobre nuestra patria. Él nunca apartó sus creencias y costumbres andinas, sino que las arraigó en lo más recóndito de su ser. Razón que debe llenarnos de orgullo y honra.

Los mismos rasgos físicos del poeta (su negruzco cabello seco; la frente, la nariz y el mentón prominente) reflejan su similitud con la naturaleza andina del Perú.



Vallejo y su mensaje de vida

El “gemelo corazón” de nuestro Perú es Vallejo, porque logra sentir, cargar y plasmar el clamor, sufrimiento, dolor, angustia y muerte de los hombres que sufren a diario y por doquier.

Se identificó como un oprimido más, ya que también padeció lo mismo cuando estuvo injustamente en la cárcel (hoy ya se demuestran las irregularidades del juicio) y cuando pasaba penurias en su estadía en París.

Argumento que utilizan algunos para insinuar erróneamente una deformada imagen del poeta: lo describen como un hombre taciturno, depresivo y ensimismado.

En contraste a la opinión de aquellas personas, el sobrino del poeta, César Vallejo Infantes, respalda al literato Danilo Sánchez, cuando afirma que “además de ser alegre y sociable, Vallejo nunca perdió su espíritu de niño”.

Quizás, fue esa alma benigna y humilde la que lo ayudó a encarnar los sentimientos de la humanidad en sus poemas. Y la que lo mantuvo firme en su compromiso y responsabilidad ante la humanidad: no dudo en integrarse a las filas de los republicanos en la guerra civil española (1936-1939).

Por ello, a César Vallejo también hay que considerarlo como el poeta del amor, la vida y la esperanza: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer...” es un mensaje que legó a los peruanos para que asuman un compromiso con su prójimo, con su pueblo, con su patria y con el mundo, para alcanzar el bien colectivo antes que el bienestar individual.

Sus poemas, como Masa y los Heraldos Negros, expresan este sentimiento íntegro y universal: el amor unánime a todos los hombres fue la enseñanza de vida que dejó para vencer al sufrimiento, la injusticia y la muerte.

Redimir a la humanidad de la ambición y egoísmo del propio hombre y dar antes que recibir son las lecciones que debemos recoger los peruanos.

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