jueves, 14 de diciembre de 2006

Mal de adisson

Noche de angustia

No había tiempo ni cabeza para celebraciones. Los pensamientos estaban centrados en una sola persona: Ernesto. El cumpleaños de Joel pasó a ser una suerte de capilla de peticiones, confesiones y lamentaciones.

Se apreciaban rostros preocupados y angustiados, algunos sollozando en silencio y otros imaginando lo peor. Sólo podían imaginarlos, pues en momentos así la pronunciación de esa eterna palabra estaba tan prohibida como odiada: muerte.

Para alegrar los tristes semblantes de esa reunión familiar, Fernando hizo algunas inoportunas e improductivas bromas. Lo único que recibió fue un gesto hipócrita de complacencia de su hermano Rafael, que valga la verdad fue más por la sana iniciativa que de su genial talento cómico.

Son estas las pocas ocasiones donde se consigue degenerar el significado de fiesta y diversión que se celebra en conmemoración de un onomástico. El mismo Joel ni siquiera tenía ánimos de apagar sus diecisiete velitas. La pronta recuperación de Ernesto era lo primordial. Tal vez, aquellos minutos hicieron que la mejora de salud de su tío desplazara el inquebrantable deseo de obtener su propio celular.

La indiferencia y el ensimismamiento en su propio ser prevalecía en cada miembro de la familia Mendoza Sánchez. El hogar, que solía ser el centro de agasajo y reunión familiar, era ahora una suerte de cementerio por la noche.









El sonido de respiración de los presentes, el sonido del viento que ingresaba por la puerta y la ventana, y algunas murmuraciones, eran lo único que se podía escuchar, hasta que Liliana, Emilia y Olinda comenzaron a explorar sus mentes para descubrir algún antecedente que explique el origen de la enfermedad de Ernesto.






Por más esfuerzo que hacían no encontraban respuesta del sorpresivo decaimiento de Ernesto.
- Anabel contó una vez que se desmayó en la escalera de su casa- contó Emilia.
-Sí, pero esa vez fue porque estaba pasado de copas- aclaraba Enrique, el otro hermano.

Ida y desconsolada, Ana María imploraba a Dios por la inmediata rehabilitación de su hijo. No se le ocurrió mejor idea que invitar a los presentes a iniciar unas cuantas oraciones para que el Padre Eterno ilumine a los desconcertados doctores, que no encontraban la procedencia del mal que padecía Ernesto.

Algunos hicieron votos en públicos mientras las súplicas se convertían en llantos: Rafael prometía la reconversión de su vida, Pedro desgarraba y humillaba su corazón exigiendo la misericordiosa manifestación del poder divino. En cambio, los demás en secreto pactaban con Dios, para que incline su oído y atienda sus solicitudes.

Los segundos avanzaban, los minutos inquietaban y la hora impacientaba a los integrantes de la copiosa familia de Ernesto. En su desesperación, Olinda llamó infructuosamente al celular de Ana, que se encontraba en el hospital Almenara.

Su esposo Enrique ya iniciaba a derramar las primeras lágrimas. Eran estos contextos en la que se podía demostrar que las personas más fuertes de carácter también tienen un espíritu susceptible y benigno.

La esposa... ¿tendrá las respuestas?

Se escuchó el timbre de la casa. Abraham abrió la puerta y se sorprendió. Era su cuñada. Anabel, más confundida por la suerte de su esposo que extrañada por la confluencia familiar, bajó prudentemente las escaleras. Saludó a todos fingiendo que nada le perturbaba. No obstante, sus ojos grandes y lagrimosos, y los párpados negros e hinchados insinuaban lo contrario.

Al mismo tiempo que Olinda le cedía su asiento, le consultaba sobre el estado de sus niños. Ella confesaba que les ha mentido sobre la ausencia de Ernesto, diciéndoles que su padre se encuentra de viaje por motivo de trabajo.
- Paolo y Piero creen que Igor ha viajado en avión- comentaba mientras una gota de lágrima transitaba por su rostro.
Liliana, apenada por lo ocurrido, abrazaba a su concuñada y olvidaba los desagradables desencuentros que tuvo con ella en años anteriores.

Piero y Paolo, ilusos por el pronto regreso de su padre y ansiosos de conocer la experiencia de viajar, jugaban ingenuamente con un helicóptero de guerra y especulaban sobre los presuntos regalos que obtendrían de su progenitor.

Un poco más calmada, Anabel relataba los primeros síntomas del cambio de salud de Ernesto: los intermitentes mareos y dolores de cabeza, el repentino cambio de su tez clara por el de uno amarillento con raras pecas y la notoria pérdida de peso y debilidad hacían presagiar algo muy malo en él.

La mirada de los presentes estaban centradas en ella cuando contaba que los fines de semana, días que dedica su tiempo completo a sus niños, Ernesto se agotaba sólo con caminar y que, luego de cumplir sus horas de trabajo, llegaba al hogar completamente extenuado, con el único placer insatisfecho de dormir y recuperar las fuerzas perdidas.
- No me gustaba lo que le pasaba. Se lo advertí, le dije que fuera al médico a chequearse. Pero en su testarudo carácter, se entercó diciendo que ya se le iba pasar, y que no le hiciera caso.

Confundidos por la narración de Anabel, se resistían a creer que aquel hombre descrito era el mismo que siempre estaba diligente y predispuesto a colaborar con los quehaceres del hogar de su madre, sin quejarse de cansancio.

El mismo que apoyo alguna vez en el llenado de techo de los hogares de sus hermanos Enrique y Edward. No concebían como aquella persona, que prestó honorablemente sus servicios al ejército a finales de los ochenta, era ahora una figura de escuálido.

Para buscar a los culpables, algunos ya especulaban sobre el origen del mal de Ernesto. El trabajar en un laboratorio químico, sin tomar las precauciones del caso, y estar en continuo contacto con las reacciones químicas y sus sustancias, quizás pudieron ocasionarle el daño, se decían entre los familiares.

- Desde que trabaja en esa empresa, su aspecto cambió. Siempre venía con el rostro y las manos sucias de sustancias química- recordaba Anabel.
- Voy a decirle a papá que demande a los desgraciados dueños- apuntaba un iracundo Rafael.

Al mismo tiempo, Joel revelaba, sin que escuchara su tía Anabel, que la suegra de Ernesto es odiada en el barrio, debido a su antisocial e irascible forma de tratar a la gente, además de comprobar el mal hábito de jugar con magia negra dentro de su hogar. Por su parte, la madre de Ernesto apesadumbrada, mencionaba que su hijo había tenido más de un altercado con su suegra, llegando incluso a botarlo del hogar de su esposa e hijos.


¡Llegaron! ¿cuáles son las noticias?

Horas después llegaron lo que tanto esperaban. Ana y Edward ingresaron al hogar. Se excusaron de no contestar las llamadas porque el celular de José se encontraba apagado por falta de batería, además que estaban a la espera del informe médico del doctor de turno.

Rafael preguntó por Rosa. Ana le indicó que, por exclusiva voluntad, ella optó quedarse, puesto que no soportaba la idea de descuidar a su hermano en estos difíciles momentos, y olvidando circunstancialmente el onomástico de su último hijo.

Vigilar que Ernesto duerma tranquilo y atenderlo si se le presentaba alguna necesidad era su objetivo trazado, a pesar que el intenso frío de madrugada la invitaba a pestañear más de una vez.

Nadie se atrevía a interpelar a Ana. Liliana, tal vez la más fuerte en aquellos momentos, se atrevió a enunciar la pregunta del millón
-¿Qué dicen los doctores?, ¿Qué es lo que tiene Ernesto?
Ana contaba a los presentes que los doctores aún no identifican lo que realmente tiene Ernesto, a pesar que le realizaron diversos exámenes médicos. No obstante, su semblante manifestaba que ocultaba algo más que una simple observación de rutina médica.
-Sólo le han descartado tuberculosis y cólera. Los resultados de los exámenes médicos anteriores saldrán en los próximos días- acotaba una agotada Ana, que sin descansar y sin pensarlos dos veces fue a visitar a su hermano luego de salir de su trabajo.

Entre tanto, en la puerta de la casa, Edward con lágrimas en los ojos contó a Enrique y a José que Ernesto convulsionó durante su traslado de habitación a la del cuarto de observaciones, incluso arrojando de su boca desechos de su propio organismo.

Fernando advirtió la conversación, preguntó a Edward lo que ocurría. Éste no podía repetir una vez más aquella triste escena en el hospital. En su garganta se formaba un nudo, que reservaba el dolor acumulado del día y que no quería exteriorizarlo. No obstante, muy dentro de su ser, él ya explotaba en llanto y desconsolación.

Enrique le explicó a Fernando, y le recomendó que sea discreto para no alarmar más el sensible corazón de la madre. Ana se acercó a la conversación y soltó lo que había guardado celosamente en la sala.
- El doctor nos ha dicho que estemos preparado para lo peor, dijo mientras buscaba los abrazos de consolación de su hermano Fernando.
- Todo parece indicar que tiene leucemia, agregó Edward.

Ante la incapacidad de los doctores de sanar a Ernesto, Ana y Enrique maquinaban transferirlo a un naturista, que un día antes dejó el plan de rehabilitación para Ernesto sin haberle realizado algún examen científico, a excepción de una simple inspección a ojo de buen cubero.

Al declararles sus intenciones a los demás, comenzó las divergencias de opiniones sobre el futuro de Ernesto. Las discusiones elevaban cada vez su tono, producto más de la misma impotencia y frustración de ver recuperado a un ser querido como lo era Ernesto. Pedro y Edward acordaban visitar a un chaman, que años antes había curado -según contaba Edward- a su cuñado Rubén.


Se acabó la reunión. ¿Todos a dormir?

Aquella noche fría del 26 de noviembre, la luna tímidamente mostraba su esplendor. Cada uno en sus hogares, sólo pensaban en Ernesto y en su futuro.

Era de madrugada cuando se le ocurrió a José llamar por teléfono a Fernando. Liliana, por el otro lado de la línea, advirtió a su esposo que la llamada provenía del hogar de su madre.

Se le subieron los colores al rostro a Fernando cuando se enteró de la sorpresiva llamada. Se sobresaltó por la tardía llamada. Imaginaba lo peor. Nervioso, se negó a contestar. José, ante la demora, colgó el auricular. Segundos después, Fernando devolvió la llamada. El aliento se le vino al alma cuando le explicaron que sólo era para coordinar la visita de mañana.

El padre de Ernesto a cada hora se comunicaba en la casa de sus hijos. La preocupación en Ernesto hicieron descuidar sus trabajo como abogado laboral de una cadena de restaurantes.

De todas maneras, eso ya no le importaba. Sus pensamientos estaban sólo con el establecimiento de salud de su tercer hijo. Debido a su delicado corazón, estaba prohibido de recibir fuertes impresiones.

A él no le detallaban las informaciones ni los últimos reportes médicos para no causar otras desgracias, como aquella vez que se incendió su hijo Edward al encender con una vela la hornilla de su cocina.


Continuará...

César Vallejo: un mensaje de vida

“Hay, hermanos, muchísimo que hacer…”



Es el mensaje que dejó nuestro célebre poeta César Vallejo, para que los hombres, y particularmente los peruanos, asuman un compromiso social y un profundo amor genuino con su prójimo, como si fuera aquel su “gemelo corazón”.

Aquel jueves 16 de marzo de 1892, el humilde pueblo de Santiago de Chuco, departamento de La Libertad, quedó grabado en la historia de la literatura peruana, al acoger a uno de los hijos más ilustre del país: el poeta César Abraham Vallejo Mendoza.

Sólo 46 años vivió entre nosotros, porque fallecería en París un 15 de abril de 1938, dejando su espíritu como legado para la humanidad y sus obras como testimonio de su inmortalidad.





Mitos y verdades sobre el Poeta

César Vallejo, a pesar de acoger una concepción materialista (incompatible a las creencias religiosas) y plasmar en sus poemas algunas objeciones sobre las determinaciones divinas, nunca relegó su fe y su amor hacia Dios, incluso logró comprender las inescrutables decisiones del Altísimo.

Se registra que antes de fallecer dijo a su adorada Georgette: “Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios.”

Hay otros datos que respaldan su devoción al Santo Padre. Desesperado por los problemas que atravesaba en París, escribe a su hermano Víctor para encomendarle que el apóstol del distrito rece por él.

Existen personas incrédulas que se resisten a creer que César Vallejo nació en una pequeña aldea. Se extrañan, desmereciendo y desestimando en tal forma a Santiago de Chuco, olvidando que el Perú es albergue de grandes escritores, como Abraham Valdelomar, Ciro Alegría, José María Arguedas, José Santos Chocano, entre otros geniales personajes que enriquecen la literatura peruana.

La esencia del mensaje vallejiano también enaltece la cultura y las costumbres de nuestro país. El literato y catedrático universitario Danilo Sánchez Lihón concluye en su libro Intensidad y altura en César Vallejo lo siguiente: “César Vallejo es esencialmente el Perú”.

Puesto que el vate expresa en sus poemas la infancia que vivió a lado de su amada familia, los recuerdos de su querido Santiago de Chuco y de su tierra peruana: “Sierra de mi Perú, Perú del mundo… Y Perú al pie del orbe; yo me adhiero”.

Es este el sentir del poeta sobre nuestra patria. Él nunca apartó sus creencias y costumbres andinas, sino que las arraigó en lo más recóndito de su ser. Razón que debe llenarnos de orgullo y honra.

Los mismos rasgos físicos del poeta (su negruzco cabello seco; la frente, la nariz y el mentón prominente) reflejan su similitud con la naturaleza andina del Perú.



Vallejo y su mensaje de vida

El “gemelo corazón” de nuestro Perú es Vallejo, porque logra sentir, cargar y plasmar el clamor, sufrimiento, dolor, angustia y muerte de los hombres que sufren a diario y por doquier.

Se identificó como un oprimido más, ya que también padeció lo mismo cuando estuvo injustamente en la cárcel (hoy ya se demuestran las irregularidades del juicio) y cuando pasaba penurias en su estadía en París.

Argumento que utilizan algunos para insinuar erróneamente una deformada imagen del poeta: lo describen como un hombre taciturno, depresivo y ensimismado.

En contraste a la opinión de aquellas personas, el sobrino del poeta, César Vallejo Infantes, respalda al literato Danilo Sánchez, cuando afirma que “además de ser alegre y sociable, Vallejo nunca perdió su espíritu de niño”.

Quizás, fue esa alma benigna y humilde la que lo ayudó a encarnar los sentimientos de la humanidad en sus poemas. Y la que lo mantuvo firme en su compromiso y responsabilidad ante la humanidad: no dudo en integrarse a las filas de los republicanos en la guerra civil española (1936-1939).

Por ello, a César Vallejo también hay que considerarlo como el poeta del amor, la vida y la esperanza: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer...” es un mensaje que legó a los peruanos para que asuman un compromiso con su prójimo, con su pueblo, con su patria y con el mundo, para alcanzar el bien colectivo antes que el bienestar individual.

Sus poemas, como Masa y los Heraldos Negros, expresan este sentimiento íntegro y universal: el amor unánime a todos los hombres fue la enseñanza de vida que dejó para vencer al sufrimiento, la injusticia y la muerte.

Redimir a la humanidad de la ambición y egoísmo del propio hombre y dar antes que recibir son las lecciones que debemos recoger los peruanos.

martes, 28 de noviembre de 2006

Fútbol campeón en los XVII Juegos Deportivos Universitarios Nacionales – Trujillo 2006

¡Celébralo, campeón!

Por quinta vez en estos XVII Juegos Deportivos Nacionales Universitarios, nuestra casa de estudio obtiene la placa recordatoria de oro.

En esta ocasión, la selección sanmarquina de fútbol fue la delegación que obtuvo el título del torneo al derrotar por dos a uno a la Universidad Nacional de Trujillo el sábado 4 de noviembre en el estadio Mansiche.




El calor trujillano no fatigó a nuestros muchachos, quienes mostraron concentración absoluta y un despliegue íntegro en cada jugada.

A pesar de la presión constante de la hinchada trujillana, San Marcos desde el pitazo inicial salió a imponer sus condiciones y a derrotar sin contemplaciones a un conservador equipo trujillano.

En la portería, el guardavallas Luciano otorgaba seguridad a sus compañeros. Como un verdadero capitán, Muente, junto a Imbertis, Quevedo y Vidal, imponían respeto en la defensa y frustraban los ataques de los delanteros rivales.

En la volante, Romero y Salluca desarticulaban las jugadas que ejecutaban los trujillanos en el mediocampo. García por derecha y Buitrón por izquierda enloquecían con sus amagues a los trujillanos. Fue así que llegaron los dos goles a cargo de los dos efectivos delanteros sanmarquinos: Aguilar y Pando.


El primer tiempo finalizaría con una desazón en los trujillanos por su desconcierto e impotencia para frenar los aguerridos ataques del rival. En cambio, los sanmarquinos regresaban al banco con la misma concentración y motivación inicial.

No obstante, el trajín de los partidos seguidos se hizo notorio en el segundo tiempo: San Marcos atacaba mas no con la misma frecuencia, ni el mismo orden ni la misma contundencia. En tanto, el rival despertaba con los resonantes alientos de su hinchada, que los empujaba en búsqueda de acortar el marcador. Y lo consiguieron.

Quizá se empezó a creer que el empate llegaría en los trujillanos, pero ese gol, más que intimidar a los sanmarquinos, reforzó sus convicciones de salir victoriosos y llevar a sus hogares las medallas de oro.

El resto del partido fue mero trámite: el equipo de la Universidad Nacional de Trujillo buscaba desesperado y sin ideas el empate. San Marcos resguardaba su zona defensiva, en el mediocampo rotaban con tranquilidad el balón y en la ofensiva se realizaban ataques intermitentes que limitaban las salidas de los defensas trujillanos.

Como augurando un triunfo limeño, aquella tarde del sábado cuatro de noviembre, el cielo, que cubría el estadio Mansiche, se volvió gris como el clima limeño.

Quizá sea porque nuestros muchachos se sentían en casa, o porque entre sus pensamientos estaba regalarles a su familia y a su universidad un nuevo título en esta Universiada 2006.

Lo cierto fue que en ese día la selección de fútbol de San Marcos no sólo pisó el gramado del Mansiche, sino también el cielo de la gloria.

Datos:

Así formó el equipo campeón:
En la portería: Luciano Ardito; en defensa: Atilio Muente, Iván Vidal, Abraham Imbertis y Carlos Quevedo; en la volante: César Romero, José Salluca, Cristian Buitrón y Carlos García; delanteros: Aguilar y Pando.

Trascendió que el árbitro FIFA, Gilberto Hidalgo, consideró al volante sanmarquino César Romero como el mejor jugador en el campo de juego.


DECLARACIONES

D.T. Oscar Cárdenas
Profesor




Siento una gran emoción dado que este campeonato fue durísimo, y jugar tantos partidos en tan corto tiempo aun más.

Realmente los chicos hicieron un esfuerzo denodado: cumplieron con la universidad y cumplieron su compromiso consigo mismos, ya que llegaron a Trujillo para lograr el máximo objetivo.



Atilio Muente
Capitán del equipo

Definitivamente es bonito salir campeón. Los muchachos se merecen estas medallas porque se dieron íntegros durante todo el campeonato y por eso somos justos campeones.















César Romero
Volante


Jugar con un equipo que es local siempre es bastante difícil, pero la garra de San Marcos prevaleció.













Aguilar
Delantero

Mi gol fue una jugada de contraataque que dirigió García, quien remata al arco, el arquero da un rebote y yo sólo esperaba para embocarla en las redes.
Este título se lo dedico a mi familia y a todos los que confiaron en nosotros.

Andy Pando
Delantero
Siento una satisfacción enorme por ser el goleador del certamen, pero también una gratitud hacia mis compañeros por su colaboración.
Sin duda, este campeonato se lo dedico a mi seres queridos, a mis amigos y a todos los que conforman San Marcos.




















miércoles, 22 de noviembre de 2006

San Marcos tricampeón en fútsal femenino


¡Y ya lo ven, y ya lo ven, somos campeones otra vez!

Por: Josué Mirko Borda Vallejo

Reiterando el buen desempeño mostrado a lo largo del torneo, la selección femenina de fútsal de nuestra casa de estudio se coronó por tercera vez consecutiva campeón absoluto tras vencer por 6 goles contra 4 a su similar de la Cantuta.
















Este equipo sanmarquino logra el título de los XVII Juegos Deportivos Universitarios Nacionales sin perder un sólo encuentro y exhibiendo un juego arrollador y compacto.


La final del campeonato se disputó en el estadio Mansiche de Trujillo, donde Susy Huerto y Karina Castillo, con cuatro y dos anotaciones respectivamente, fueron las autoras de los goles del triunfo sanmarquino.


Goleadora

Susy Huerto Machado, estudiante de Obstetricia, se consagró goleadora del torneo femenino de fútsal, en los XVII Juegos Deportivos Universitarios Nacionales, con 25 anotaciones.

Así alineó el equipo tricampeón bajo la dirección del profesor James Montes:
Malú Molina, Varónica Llanos, María Luque, Karina Castillo, Susy Huerto, Maritza Asenjo, Johanna Parcco, Edith Claudio, Sara Ingaroca, Blanca Gantu y Carmen Alvarado.